lunes, 29 de septiembre de 2014

Al doloroso trato de la espina
al fatal desaliento de la rosa
y a la acción corrosiva de la muerte

arrojado me veo, y tanta ruina
no es por otra desgracia ni por otra cosa
que por quererte y sólo por quererte.

~ Soneto final. Miguel Hernández
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes. 

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.

~ Tristes guerras. Miguel Hernández
En qué se reconoce lo que se ama. En ese arrebato de calma, en ese golpe que alcanza el corazón y en la hemorragia que le sigue - una hemorragia de silencio en la palabra. Lo que se ama no tiene nombre. Se nos acerca y posa su mano sobre nuestro hombro antes de que hayamos encontrado una palabra para pararlo, para nombrarlo, para detenerlo nombrándolo. 
~ Un simple vestido de fiesta. Christian Bobin
Cómo se reconoce a la gente cansada. En que hacen cosas sin parar. En que hacen imposible que entre en ellos un descanso, un silencio, un amor. La gente cansada hace negocios, construye casas, se ocupa de sus carreras. Hacen todas esas cosas para huir del cansancio, y es al huir de él cuando se le someten. A su tiempo le falta tiempo. Hacen cada vez más, en cada vez menos. A su vida le falta vida. Entre ellos y ellos mismos hay un cristal. Bordean el cristal sin descanso. El cansancio se reconoce en sus rasgos, en sus manos, en sus palabras. El cansancio está en ellos como una nostalgia, un deseo imposible. 
~ Un simple vestido de fiesta. Christian Bobin