Percibo vagamente que aunque todo al rededor de mí siempre cambia, siempre muere, hay, de manera subyacente, un poder vivo que no cambia, que lo mantiene todo junto, que crea, disuelve y vuelve a crear. Ese poder informante o espíritu, es Dios, y dado que nada que percibo con mis sentidos puede o persistirá, Él solo, sí lo hará. ¿Y es este poder benévolo o malévolo? Yo lo veo como algo puramente benévolo. Por lo que puedo ver, en medio de la muerte, la Vida persiste, en medio de la falsedad, la Verdad persiste, en medio de la oscuridad, la Luz persiste. Por tanto, tengo entendido que Dios es Vida, Verdad, Luz, Él es Amor. Él es el bien supremo. Pero Él no es un Dios que únicamente complace el intelecto, si alguna vez lo hace. Dios para ser Dios tiene que reinar en el corazón y transformarlo. Debe expresarse a sí mismo en cada pequeño acto de los religiosos. Se demuestra no mediante evidencias superfluas, si no en el carácter y la conducta transformada de quienes han sentido la presencia verdadera de Dios en su interior. Rechazar esta evidencia es rechazarse a uno mismo. Este entendimiento está precedido por una fe inamovible. Aquél que, en su propia persona, ponga a prueba la existencia de Dios, puede hacerlo mediante una fe vivida, y dado que la fe no se puede demostrar mediante evidencias superfluas, el rumbo más seguro es creer en... la ley de la Verdad y el Amor. Los ejercicios de fe serán los más seguros allá donde sumariamente haya una clara determinación a rechazar todo lo contrario a la Verdad y el Amor. Confieso que no tengo ningún argumento para convencer mediante la razón, la fe trasciende razonamientos. Todo lo que puedo aconsejar es a no intentar lo imposible.
~ Gandhi
Quizás nuestras citas favoritas digan más de nosotros mismos que de las historias y las personas a las que citamos.
martes, 27 de agosto de 2013
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