miércoles, 21 de marzo de 2012

Cuando éramos pequeños, todo funcionaba perfectamente. No importa lo que pasaba, todo acababa bien al final. Una rodilla raspada, una cita para jugar cancelada, un helado que cae del cono... lloraríamos durante un rato, pero al final del día, todo estaría bien. Y ahora, que hemos crecido, perdemos la fe mientras tropezamos día a día, llorando por corazones rotos, amistades perdidas y sueños rotos. Parece como si la vida y la perfección nos dieran la espalda, pero la realidad es que simplemente hemos madurado. De niños no prestábamos tanta atención a detalles de nuestra vida cotidiana, pero ahora somos más conscientes, y los pequeños detalles parecen amplificar nuestro dolor. Pero recuerda que cuando eramos más pequeños, la vida también era dura, pero teníamos fe en la perfección porque podíamos mirar a los errores del pasado. Asi que no pierdas la fe. Aprende a saber que cada día pasará, cada dolor de corazón será reparado, y todo será perfecto al final. Tan solo ten fe.

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